El porqué de la defensa de la vida

Vivir es nuestra tarea fundamental y básica, ya que nos hemos encontrado con la vida y tenemos que responder ante la misma. Nuestra cultura occidental está encasillada en una lógica de pensamiento: blanco o negro, Eros y Tánatos, vida o muerte… No obstante, hay otras culturas que enfocan la vida desde diferentes ópticas.

Recientemente se han podido comprobar mensajes como estos, vía tuit: “Estamos por la labor de los cuidados paliativos, no por la eutanasia”. Y la respuesta: “La eutanasia y los cuidados paliativos no son opuestos. La eutanasia es un asunto profundo que requiere de gran reflexión humana y de argumentos basados en la evidencia científica”. Y más coloquio a propósito: “Pensemos primero en cuidados paliativos de calidad y universales, maduremos como sociedad y el resto…”. Y aún más: “No empecemos la casa por el tejado…”. Así podríamos seguir bastantes párrafos, pero no lo haremos. Hablemos de la defensa de la vida y de vida con calidad.

En el Juramento de buen hacer profesional de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios se dice: “Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano asistir a una vida que termina; debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad.  Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios”. No disponemos de la vida de los demás.

Durante la formación a los profesionales de la salud se les enseña a curar, tratar síntomas, salvar vidas… En el ejercicio de la profesión además, se aprende a cuidar, acompañar y aliviar a las personas y sus familias.

El poder recibir cuidados paliativos es un derecho que asiste a todo aquel que lo necesite. Pero la realidad actual en España es otra: apenas la mitad de todos aquellos pacientes y familias que requieren de una asistencia paliativa de calidad al final de la vida tienen acceso a ella. Según los últimos datos, hay un déficit en la red asistencial sobre los cuidados paliativos, ya que de 400.000 muertes que se dan al año, 125.000 necesitarían cuidados paliativos y sólo los reciben menos de 75.000 personas.

Hablar de eutanasia y de su despenalización sin que se haya sido capaz de garantizar a todas aquellas personas que lo necesitan el acceso a unos cuidados paliativos de calidad llevados a cabo por profesionales adecuadamente formados, puede parecer una frivolidad y desde luego, no es la solución para la dignidad de la persona. En una sociedad avanzada como la nuestra, se deben proporcionar los recursos asistenciales necesarios para afrontar el final de la vida de una manera digna. Y en eso se deberían centrar nuestros políticos.

Por otro lado, la solicitud de despenalización de la eutanasia ¿realmente obedece a una demanda de la sociedad, real y justificada? Se evidencia con aquellos enfermos que han recibido una atención integral, aliviándoles el dolor físico y espiritual que padecían y con un soporte emocional adecuado, que cambiaron de opinión y agradecieron el poder haber vivido la última etapa de la vida con dignidad y siendo los verdaderos protagonistas.

Es evidente que los cuidados paliativos no son una poción mágica capaz de devolver la salud, pero sí son una dosis de reconfortante esperanza, de alivio, de acompañamiento y de autonomía en unos momentos en los que todo parece estar perdido. Nacieron con la idea de servir de ayuda a todos aquellos que han de pasar por el duro trance de enfrentarse a una enfermedad avanzada y terminal.

Quienes se dedican a ello, se esfuerzan por proporcionar alivio y confort en las últimas fases de la enfermedad, manteniendo la dignidad de las personas hasta el último momento, transmitiendo calidad de vida. Qué calidad ha de tener la vida no la definen ni los políticos, ni los profesionales de la salud; la define el sujeto que responde de su propia existencia.

“El respeto por la vida, que empieza desde su inicio, se extiende a lo largo de toda la existencia hasta su fin natural […] El deber de garantizar a todos una vida digna del hombre conlleva, en cualquier caso, el cuidado hasta el último instante de vida. La gran diferencia que existe entre la cura (cure) y el cuidado (care) hace que no haya enfermos in-cuidables aunque haya algunos in-curables […] El cuidado paliativo no se realiza cuando ‘ya no hay nada que hacer’, sino que es exactamente ‘lo que hay que hacer’ para el enfermo. Su objetivo no será la curación, puesto que es imposible, pero se trata de realizar una serie de tratamientos (a veces incluso técnicamente complejos) para garantizar una buena calidad de vida, durante el tiempo que queda […] Por eso se defienden las unidades de cuidados paliativos destinadas a hacer que a la persona se le haga más llevadera dicha fase final y, al mismo tiempo, se debe garantizar un acompañamiento humano adecuado” [Cf. Carta de Identidad de la Orden Hospitalaria 5.2.3.1. (Eutanasia) y 5.2.3.4. (Cuidados paliativos)].

Por otro lado, en los últimos años, se está intentando restaurar la humanización en los hospitales, porque con los avances tecnológicos nos estamos volviendo cada vez más técnicos y más deshumanizados. Nos podemos preguntar, ¿hay algo más deshumanizado que acabar con la vida de una persona en un hospital por profesionales que se encargan de cuidar y acompañar? ¿Nos hemos vuelto tan utilitaristas y pensamos que es más barata la eutanasia que los cuidados paliativos? ¡Indigna alternativa para un ser humano!

Antonio Ramos Sánchez
Director del Máster Universitario en Cuidados Paliativos de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios, Universidad Pontificia Comillas

Joana Gutiérrez
Enfermera y máster en Cuidados Paliativos

Calixto Plumed
Psicólogo clínico y profesor de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios, Universidad Pontificia Comillas

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