El confinamiento de la pandemia se inició en mi casa el 17 de marzo, fue un día raro madrugué, pero no tenía que salir rápido al trabajo, ni tenía que correr para preparar toda la actividad a realizar con los usuarios.
Al principio me sentía rara, nuestro hacer diario se encuentra lleno de ruidos, situaciones estresantes y rapidez. Pero nada de eso sucedió ni tampoco los siguientes días. Al principio esta situación me llenaba de inquietud. Pero pasados unos días, empecé a darme cuenta del mundo que me rodea, pero de otra forma.
Me apetecía ver a mis vecinos a las 20,00h en las ventanas y hablar con ellos de cómo se encontraban y cómo se sentían, escuchar los aplausos, esperar o hacer yo las llamadas a familiares, amigos o compañeros y me alegraba el saber que todos estaban bien y con el ánimo tranquilo, también por desgracia me llegaban noticias de otros que habían fallecido, o estaban enfermos o que anímicamente no estaban bien, algunos tenían que pasar el confinamiento solos, pero vi que al final no estaban solos sino que se hizo poco a poco una tela de araña entre todos los que estábamos preocupados o interesados por su situación intentando aliviarles, con una llamada, pasarles alimento o palabras de ánimo y de alivio.
Mi mundo dio un giro junto a las personas que me rodean. Ya no nos preocupamos por trivialidades sino por el ser humano que vive, es feliz, triste, con dificultades o bienestar. Esto me llena de dicha, creo que necesitábamos este cambio en la sociedad. Este camino nuevo se ha producido.
Otro momento importante en la pandemia se produjo el día que me dijeron que tenía que volver a mi actividad laboral, pero no a mi rutina diaria, sino que tenía que trabajar con adolescentes. Pero en esta ocasión no había inquietud sino alegría y emoción, tenía que ponerme las barreras de protección y a trabajar, con un grupo de chavales de edades comprendidas 12 a 17 años, todo un reto, se une el trastorno de comportamiento a toda la a revolución de un adolescente. ¡Me parecía increíble esa oportunidad!
Era el momento de dar, desde mi trabajo, escucha, comprensión, atención y creatividad junto al cariño. Intentar llegar a ellos, a través del trabajo para abrir una pequeña ventana en sus vidas e intentar crear algún cambio positivo y así bajar sus barreras de aislamiento y dejarse escuchar.
Es bonito ver que al final, aunque la situación que vivimos sea extrema, podemos encontrar siempre un rayo de sol en nuestro camino, siempre que nuestra mirada se centre en las personas, en el afecto, el cariño. Ya que es nuestro bien más preciado, el que tiene que guiar nuestras vidas y nos haga sentir satisfechos y tener una vida llena, plena de satisfacción con el orgullo por lograr el objetivo de nuestras vidas.
África Enciso
Terapeuta Ocupacional