La misión de los Servicios de Atención Espiritual y Religiosa (SAER) de los centros de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios es la atención de las necesidades espirituales y religiosas de las personas asistidas, de sus familias, de los Hermanos y de los Colaboradores, respetando la libertad, los valores y las creencias de todas las personas. Dicha atención requiere de un encuentro previo y una valoración para la búsqueda de la mejor forma de cubrir esas necesidades encontradas.
Tenemos como referente el diagnóstico NANDA (North American Nursing Diagnosis Association) de Enfermería. Entre las posibilidades, queremos destacar el Bienestar Espiritual, entendido como un estado vital en que se experimenta la dicha de integrar el significado y propósito de la vida mediante la conexión con el yo, los otros, la naturaleza y con la trascendencia (Dios). Este bienestar espiritual puede definirse por las siguientes características:
– Autoaceptación y autoestima.
– Entorno social y familiar acogedor.
– Buena aceptación de su intimidad, valores y creencias.
– Buena relectura de su propia historia.
– Reconciliado consigo mismo, con los demás y con Dios.
– Asume y da sentido a la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.
– Asume las pérdidas y elabora adecuadamente el duelo en su enfermedad.
– Vive con paz su relación con la trascendencia.
– Vive su relación con Dios como Amor/Misericordia y Esperanza que llena de sentido.
– La expresión y realización de sus prácticas religiosas le ayudan a vivir con serenidad y paz su enfermedad.
En diversas ocasiones en el Evangelio, la paz y la tranquilidad llegan tras un momento de oración, o próximos al cielo, a Dios, que en un lenguaje metafórico podemos situarlo en lo alto de un monte.
Para trabajar nuestra paz interior hemos de ser conscientes de que la vida es un 10% de lo que a uno le sucede y un 90% de las reacciones que cada uno tiene ante ello. Las cosas no saldrán como esperamos. Reposar lo que deseamos y lo que nos ocurre en Dios, nos ayuda a comprender que no todo lo que queremos ocurrirá. Nada puede quitarnos la paz o el entusiasmo, ante los imprevistos o desencantos que tienen lugar en el día a día ¿vale la pena renunciar a nuestra paz? ¿No es más sencillo cambiar yo a esperar que los otros o las circunstancias cambien? “No os angustiéis ni os acobardéis” (Jn 14, 27). No renunciemos a nuestro poder. Hemos de estar decididos a disfrutar de nuestra vida y no permitamos que los otros tengan la capacidad de ofender o de enfadarnos. La propuesta es que nos elevemos por encima de todo eso.
Si buscas estar en paz contigo mismo, la paz vuelve a ti y desde ahí todo se ve de otro modo. Lo difícil parece más sencillo y las respuestas o la toma de decisiones sobre los caminos de la vida se ven con mayor claridad.
Servicio de Atención Espiritual y Religiosa (SAER)