En la Unidad de Patología Dual (donde se atiende a pacientes con enfermedad mental a lo que se unen problemas de adicciones), los animadores socioculturales con el teatro no pretendemos formar actores ni actrices, sino que nuestros pacientes desempeñen y tomen conciencia de las emociones “no expresadas” y poder trabajar diferentes aspectos tales como: el movimiento del cuerpo, la creatividad, la capacidad de juego, la improvisación, la espontaneidad…etc., consiguiendo también que nuestros chicos trabajen las diferentes formas de comunicación con sus compañeros y consigo mismos, a través del arte de la dramatización.
“Para hacer que una lámpara esté siempre encendida no debemos dejar de poner aceite” (Madre Teresa de Calcuta).
Espiritualidad y salud, dos palabras inconexas a priori que están íntimamente relacionadas. En 1946, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como algo más allá de la ausencia de enfermedad, es un estado de completo bienestar físico, mental y social. Posteriormente, en los años 90, se redacta un informe señalando la dimensión espiritual como uno de los componentes de la salud integral (Ginebra 1990). Este hito marca un cambio en la visión de la salud y los factores que influyen en la calidad de vida.
La humanización ha vuelto a imponerse en las instituciones públicas (ya la había reivindicado Pierluigi Marchesi de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en 1981). Pero, tal vez hablamos de ella sin aclarar en qué consiste, y navegamos en el vacío.
Humanizarnos para humanizar es la clave. La humanización resulta solamente posible si empezamos a asumir con valentía y reconocemos nuestra propia historia llena de soledades, fracasos, dificultades y esperanzas: si aceptamos nuestra vulnerabilidad.
No siempre los avances en medicina consisten en nuevos medicamentos, avanzar es también entender mejor las causas de las enfermedades y cómo prevenirlas. En el trastorno bipolar, nos estamos dando cuenta como la luz ambiental es un factor desencadenante y también una posible vía de tratamiento.
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La decisión de iniciar un proceso psicoterapéutico nace de la percepción de que algo no marcha bien, de la existencia de un malestar o sufrimiento emocional del que parece que no podemos hacernos cargo. Es un malestar que afecta a nuestros quehaceres diarios y que de alguna manera excede nuestras estrategias de afrontamiento. Este sufrimiento puede tomar diferentes formas de expresión, como por ejemplo, problemas de sueño, alimentación, tristeza, ansiedad, miedos que incapacitan, irritabilidad, desesperanza, sensación de insatisfacción con uno mismo. A veces es uno mismo quien detecta algunas de estas manifestaciones, en otros casos, son las personas de nuestro alrededor quienes observan algunos de nuestros síntomas o dificultades.
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