La humanización ha vuelto a imponerse en las instituciones públicas (ya la había reivindicado Pierluigi Marchesi de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en 1981). Pero, tal vez hablamos de ella sin aclarar en qué consiste, y navegamos en el vacío.
Humanizarnos para humanizar es la clave. La humanización resulta solamente posible si empezamos a asumir con valentía y reconocemos nuestra propia historia llena de soledades, fracasos, dificultades y esperanzas: si aceptamos nuestra vulnerabilidad.
Para los profesionales de la salud mental, humanizar es comprender al hombre en su totalidad. Se camina hacia él desde lo hondo, escuchando, reconociendo sus problemas, sus esperanzas, sus dificultades, su historia. Pero este encuentro solo es posible en reciprocidad. Podríamos hablar en esta ocasión de acompañarnos, ser guía del otro en la búsqueda del significado de su propia vida, desde la trascendencia y espiritualidad, desde la religión. Humanizar implica no cosificar a las personas.
Nuestra actuación revela cómo somos
Humanas son también las cualidades negativas tales como el egoísmo, la crueldad, la intransigencia, el desprecio a la debilidad, el desagradecimiento, la pereza, la enfermedad. Demostraremos nuestra habilidad, si rescatamos el bien que está enmascarado por el mal y que siempre pueden tener las personas.
A este respecto, no habremos progresado en la humanización, si no hemos sido capaces de integrar, si no hemos conseguido aceptar al diverso, al que no piensa igual, si no hemos progresado en la hospitalidad, si no hemos avanzado en la consideración de que el otro, el huésped, forma parte de nosotros y no aceptamos que con él hemos de compartir la vivienda y los espacios; en definitiva que con el “extraño” hemos de ir creando la propia sociedad y la propia circunstancia social y, además, aceptando que cada cual es “extraño” para el otro.
Ignorar a la persona, pasar de largo frente a ella, marginarla, son síntomas de que nuestra sociedad está cada vez más deshumanizada. Hemos sido capaces en la evolución humana de realizar la hominización, pero no hemos llegado a la humanización. En estos momentos está surgiendo un debate social a propósito de un manifiesto feminista “No somos vasijas”, vientre de alquiler, gestación subrogada, venta propia, que implican la devaluación de la persona. Temas que demuestran deshumanización.
Y tampoco se acaba el eterno debate sobre un sector de nuestra sociedad que sigue marginado, las personas que sufren la enfermedad mental, la adicción, ya que continuamos estigmatizándolas por sus comportamientos. No sabemos aceptarlas como de los nuestros. Desde nuestro estilo, siguiendo a Juan de Dios, trabajamos para humanizar la atención a las personas con alguna enfermedad mental y la integración de quienes se encuentran en riesgo de exclusión.
Calixto Plumed Moreno o.h. Psicólogo clínico