Nada nos hacía presagiar en el comienzo del año, que a los pocos meses de iniciarse este 2020, la humanidad iba a sufrir un golpe tan duro. Este año comenzó, como suele ser habitual, con un montón de propósitos, objetivos o anhelos pendientes de cumplir en los 12 meses siguientes que marcarían el año. Como una lejana tormenta que se acerca paulatinamente, pero sin pausa, llegó el virus en forma de pandemia que ha traído a una gran cantidad de países una crisis sanitaria y económica sin precedentes.
Respecto a los sentimientos dirigidos a si se podía haber hecho algo antes, o si se podía haber actuado de manera diferente o mejor, los dejo aparte. No son importantes en estos momentos. Tiempo habrá de ver qué falló, en qué se acertó, de analizar si se hizo bien o si actuando de otra manera las cosas hubieran ido mejor.
Lo primero que destaco de mi vivencia es el dolor de los demás. No hay día desde el comienzo de todo esto que no se me pasen por la cabeza y hasta llegue a sentir en mi persona el dolor de los enfermos y de sus familiares. Varias son las personas cercanas que han perdido a un ser querido en estos días. Al dolor ante cualquier enfermedad se suma que en este caso no se ha podido acompañar al enfermo en los momentos más duros. Además, no se ha podido despedir, ni velar a los fallecidos quedando en todos un sentimiento de impotencia y abandono que corroe por dentro y aumenta más el dolor. A todos ellos transmitirles que no han estado solos, que toda la gente que os quiere han estado detrás, sintiendo la misma impotencia y acompañándoos en vuestro mismo dolor.
Esta crisis la debemos aprovechar para poner en valor las cosas importantes de la vida. Hemos podido ver la solidaridad de mucha gente, la cercanía, la dedicación, el compromiso de los profesionales sanitarios. Hemos podido ver que mucha gente se ha dado a los demás, ha colaborado desinteresadamente en lo que ha podido ayudando con lo que tenía a su alcance. Veníamos viviendo la vida con mucha prisa, de una forma muy materialista, sin pararnos en las cosas importantes. Prestando más atención al tener y a lo material que a las personas. Esta crisis me ha servido para ver, que la falsa felicidad no está en tener, en comprar en gastar aquí o allá. Me ha hecho reflexionar cuán de importantes son las personas. Es habitual escuchar que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Pues lamentablemente, el dicho es cierto. Basta perder el contacto con los seres queridos para darte cuenta de cuánto los necesitabas. En esta crisis han proliferado las video-llamadas. Muchos hemos utilizado ese recurso como sustituto de la presencia y el contacto físico con ellos. Todo esto me va a servir para valorar mucho más las futuras veces que ese encuentro pueda ser real y no a través de una pantalla.
Las crisis se sufren, pero no pueden pasar sin intentar sacar algo positivo de ellas. Tienen que servir para hacer una reflexión y poner en marcha las mejoras que estimemos, fruto de analizar interiormente lo que hemos vivido con ellas. Por lo tanto, creo que debemos salir reforzados de ellas.
Roberto Izquierdo García
Coordinador de Enfermería. Clínica Nuestra Señora de la Paz