Aún recuerdo uno de mis primeros disfraces de la guardería: una bata blanca, un fonendo, un termómetro en el bolsillo… y un desconocimiento total de la carga de responsabilidad que me supondría ser SANITARIO en un futuro.
Primero en Córdoba, la vuelta a casa después de cada jornada laboral, el calor de mi familia, la ternura de mi novia, la seguridad en los recursos hospitalarios de protección, el desayuno con los compañeros, que a veces se prolongaba hasta fuera del recinto sanitario y de la jornada laboral.
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