Mendigos, ladrones, impedidos, menesterosos, indigentes, transeúntes, sin techo… estos y muchos otros términos han sido usados para referirnos a las personas sin hogar a lo largo de la historia.
Desde siempre, han sido un colectivo olvidado, al que no se le ha mirado en su totalidad, pasando desapercibidos para nuestros ojos.
Hasta ahora, el concepto para referirnos a ellos, no ha tenido en cuenta a la persona en su total dimensión, el problema del sinhogarismo, sólo se ha centrado en el atributo de la visión materialista de un “techo”, refiriéndose a la falta o carencia de un alojamiento apropiado, limitándose a la situación física de no tener vivienda.
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